Por: Maria Camila Gonzalez Mosquera

José Mujica, el ex mandatario uruguayo, murió el 13 de mayo de 2025 a causa de un cáncer de esófago en su granja cerca de Montevideo.

El deceso de José Mujica, conocido por su estilo de vida austero y su profunda conexión con la gente común, ocurrió en la tranquilidad de su chacra, un lugar que él mismo cultivó y amó durante años. Mujica, quien fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, dejó una huella imborrable en la política de América Latina por su enfoque humanista y su defensa de políticas progresistas.

Durante su presidencia, Mujica fue admirado internacionalmente por su humildad y su compromiso con la justicia social, lo que le valió el apodo de "el presidente más pobre del mundo". Su legado político incluye la legalización del matrimonio igualitario y la regulación del mercado de cannabis, medidas que reafirmaron su visión de un Uruguay más inclusivo y moderno.

El propio Mujica había expresado su deseo de que sus restos descansaran en paz en su finca en Rincón del Cerro, junto a Manuela, su querida perrita de tres patas que también encontró su último descanso allí. Este gesto simboliza la coherencia de su vida, marcada por un amor profundo por su tierra y un compromiso inquebrantable con sus valores.

La muerte de Mujica no solo representa la pérdida de un ex líder nacional, sino también el fin de una era en la política latinoamericana caracterizada por la cercanía con el pueblo y la defensa de los derechos humanos. Su partida es un momento para reflexionar sobre el impacto de su liderazgo y la vigencia de sus ideales en un mundo en constante cambio.